Comentario
Del séptimo y del octavo mes
El primer día del séptimo mes llamado Tecuilhoitontli, acostumbraban hacer sacrificios a la diosa de la sal Hoixtocioatl, la que decían que era hermana menor de los tlaloques y en cuyo honor privaban de la vida a una mujer vestida con las insignias de la diosa. Antes del día de la fiesta, todas las mujeres de la ciudad con coronas de yztauhyatl en la cabeza y saltando y bailando al compás del canto, dirigidas por algunos viejos jefes de coro, circundaban a la mujer que tenía que morir en el sacrificio. Pasaban toda la noche que precedía a la fiesta entregadas a los cantos y bailes. En la madrugada del sacrificio, todos adornados con cuanta diligencia y primor podían, llevando cempoalxochitl en las manos, hacían un baile solemne que llaman nitoteliztli. Después acompañados por no pocos cautivos y por la mujer que iba a ser inmolada, se dirigían al templo de los tlaloques; donde eran matados en primer lugar los cautivos y la última de todos la pobre mujer. El primer día del octavo mes llamado Hoei Tecuilhoitl, hacían sacrificios a la diosa Xilonen, los cuales no se celebraban de otra manera sino convidando a cenar a todos los pobres de la ciudad durante nueve días íntegros; y durante otros tantos días con bailes celebrados a veces por ciudadanos y señoras de la ciudad y a veces por los sacerdotes o por los próceres, y por fin con la muerte de la mujer elegida al propósito. A la cual, yacente sobre la espalda de alguno, le cortaban la cabeza, le arrancaban el corazón y lo ofrecían al sol, que también llamaban Hoitzilopuchtli y después les estaba permitido a todos comer xilotes, tlaxcalli y espigas del maíz tierno, así como oler las flores de cempoalxochitl, citando atreverse antes a tal cosa se consideraba crimen nefando.